El Consejo Superior de la Universidad Nacional de La Rioja podría aprobar el próximo miércoles el proyecto de paridad de género para la institución. De hacerlo, sería la primera universidad en determinar la igualdad de participación tanto para cargos electivos como los de gestión.


El proyecto original que se trató en comisión con el aporte de la comunidad universitaria y la sociedad civil, propone la paridad de género en cargos electivos y de gestión. Esto abarca tanto a órganos colegiados (consejos departamentales y consejo superior), como así también a los unipersonales, que alcanzaría a la formula de rector/ra y vicerrector/ra.

La novedad de la norma que se impulsa en La Rioja, a diferencias de las otras universidades que ya tienen la paridad, es que la participación igualitaria no sólo sería para los cargos que se votan en una elección, sino para todas las secretarías que dependen del Rectorado, más conocidos como los cargos «políticos» designados por el rector/ra de turno.

A continuación, el documento que solicita adhesión de las comunidad universitaria y social:

La UNLaR en la puerta de la historia

La necesidad de generar una norma que garantice la paridad en la distribución de cargos en la Universidad Nacional de La Rioja es una demanda que venimos sosteniendo hace tiempo el colectivo de mujeres y disidencias organizado. La posibilidad de instalar la norma fue impulsada por compañeras referentas de distintos estamentos que presentaron, hace algunos meses, la propuesta para su tratamiento en el Consejo Superior. El proyecto original reclama la paridad de género en cargos electivos y de gestión.

Reconocer la desigualdad en la distribución del poder como una forma de violencia contra las mujeres y disidencias, creímos, era el primer paso para desarticularla. Por ello, celebramos y participamos de los debates a los que convocó la Comisión que analizó el tema.

En esos espacios, rebatimos uno a uno los argumentos que históricamente ridiculizaron el pedido. Entre otros los que tildaban de “indigna” la eventual norma de discriminación positiva, indicaban que las mujeres si no participábamos era por decisión propia y solicitaban demostración de idoneidad para el eventual acceso a los cargos. Denunciamos las persistentes violencias y desplazamientos a los que hemos estado sometidas mujeres y disidencias.

La desigualdad en la UNLaR tiene cifras contundentes. La distribución en los cargos de gestión, asunto hoy totalmente invisibilizado, es definida de acuerdo a un criterio discrecional por las mayorías que gobiernan, y carece de perspectiva de género. No cuestionamos la facultad, sino la desigualdad que ha naturalizado. Del total de cargos de gestión del Rectorado, el 71 por ciento es ocupado por varones y solo el 29 por ciento por mujeres. Por otra parte, en los departamentos académicos de la universidad la distribución de la gestión es igualmente inequitativa: en promedio, 60% de los lugares es ocupado por varones y un 40%, por mujeres.

Durante las instancias de debate, la paridad logró mayor aceptación en los cargos electivos, donde la distribución actual es la siguiente: Rector/a y vicerrector/a, varones, 100%; de los cinco decanatos de la sede capital, solo 2 están dirigidos por mujeres y, en consecuencia, la proporción estadística es 60/40; de los 5 decanatos de las sedes regionales, solo 1 es encabezado por una compañera mujer, y la proporción es 80/20; en cuanto a los/as consiliarios/as del Consejo Superior, el promedio de todos los estamentos en la distribución es 53 % varones, 47 % mujeres. Y podríamos seguir.

Es preciso resaltar, amén de todo lo expuesto, que la población universitaria total (conformada por todos los estamentos) está compuesta, al menos, en un 60 por ciento por mujeres y disidencias.

Que la distribución del poder sea reflejo de ello ya no es un pedido, es una exigencia. Nos negamos a aceptar la desigualdad silenciosa, la ausencia o casi nula presencia de mujeres y disidencias en los espacios de toma de decisión, que ya no nos sorprende ni escandaliza, porque la costumbre anestesia.

Reclamamos a todos/as/es nuestros/as/es representantes en el Consejo Superior la inclusión de mujeres y disidencias en al menos un 50 por ciento de los cargos electivos y de gestión. La equidad en los marcos normativos se construye con decisión política. A la violencia la erradicaremos cuando estemos dispuestos y asumamos con valentía la construcción de espacios y mundos habitables y vivibles para todes.

La UNLaR tiene la oportunidad de ingresar a la historia. Esperemos que no se quede en la puerta.