La vicegobernadora de La Rioja defendió la elección de la reina de la Olivicultura en Arauco y quedó atrapada en una preocupante incomprensión de la problemática de la violencia de género. Minimizó el impacto de la violencia simbólica que promueven los concursos de belleza y criticó al movimiento feminista. ¿Quién define las políticas públicas?


Opinión –

En las últimas horas la vicegobernadora quedó atrapada en un, cuánto mínimo preocupante, desconocimiento de la problemática de género al defender la elección de la reina en la Fiesta Nacional de la Olivicultura. El evento que se realizó este domingo en Arauco, departamento de donde es oriunda y actualmente gobernado por su hermana Virginia López, tuvo como hecho destacado la tradicional elección de la reina que cada año presenta el cuerpo de la mujer como principal atracción.

López no sólo es la segunda máxima autoridad del Gobierno de La Rioja sino que por ese cargo que ocupa es además la presidenta de la Cámara de Diputados, que ni bien asumió la actual gestión se comprometió a sancionar una nueva Ley Micaela para capacitar en género a todas las funciones del Estado. Cabe recordar que la provincia hoy tiene una adhesión parcial que no plantea la obligatoriedad en la formación, como fue el espíritu de la ley nacional.

LA REINA

A través de sus redes sociales la vicegobernadora había promocionado el evento con un mensaje que decía “el show debe continuar” y anunciaba la transmisión por el canal estatal, ya que este año tuvo la particularidad de ser virtual debido a la cuarentena. Al recibir críticas por promover concursos que sostienen patrones de bellezas estereotipados se defendió en su cuenta de Twitter: “que será q basta ponerle “embajadora” en lugar d “Reyna” para que ya no sea la expresión de símbolo de belleza estereotipada?” (sic).

Con su comentario López metió al debate la iniciativa del Municipio capital y la secretaría de la Mujer y Diversidad provincial que a principio de año impulsaron la Embajadora del Turismo Capital en reemplazo de la histórica figura de «reina» para erradicar estereotipos, aunque esa iniciativa tampoco cambió la lógica de lo que se criticaba. Pero lejos de argumentar a favor del evento, o por el contrario reconocer que ésta es otra forma de violencia, la vicegobernadora escupió para arriba: no solo criticó a la propia gestión de la que forma parte, sino que defendió el evento que busca que las mujeres encajen en un molde específico y mostró un gran desconocimiento de la legislación y la problemática.

Fue la propia secretaria de la Mujer y Diversidad Lourdes Ortíz quien en sus redes salió a despegarse de esta iniciativa que involucra al Estado provincial: “Si no podemos comprender que las elecciones de «reinas» nos siguen violentando desde los estereotipos de bellezas (violencia simbólica ley 26485), al menos debiéramos plantearnos éste 25 de mayo, que seguir eligiendo reinas es de mínima una contradicción. ¡Viva la Patria!”

Consultada luego por medios de comunicación López aseguró «‘creo que hacer hincapié en una cuestión semántica no suma, le diremos Embajadora y no Reina. Creo que las mujeres atravesamos, problemas más serios y graves, de violencia de género, verbal. Las mujeres nos tenemos que dedicar a la lucha real, contra la violencia de género, estas personas nunca están», publicó el sitio Impactorioja.

La funcionaria minimizó a cuestiones «semánticas» los cambios culturales para erradicar la violencia de Género. Hablar de «problemas serios o graves» para rankear la importancia de las violencias, cuando la ley 26485 define y visibiliza claramente todos los tipos y modalidades de violencias que sufrimos las mujeres y diversidad, es preocupante y grave en palabras de una autoridad con ese rango.

Desde hace tiempo en varios municipios y provincias se vienen problematizando estos concursos de belleza tan naturalizados, que en sus múltiples formas chocan con la ley que tiene 11 años y define a la violencia simbólica como ,“la que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.

Resulta una gran contradicción que un Estado que busca legislar contra la violencia auspicie este tipo de eventos donde se pone a la mujer en una pasarela, (o red social convocando a darle likes como fue en Arauco) y los criterios a evaluar son medidas corporales, elegancia, indumentaria o atributos físicos. Encajar en un estándar de belleza que impera en el mercado, ni más ni menos.

Aunque siempre en torno a este debate figura el argumento de la libertad de elección: “Las mujeres son las que eligen hacerlo”, está claro que acá no se cuestiona a las chicas, sino el papel del mismo Estado que dice querer erradicar las violencias en todas sus formas.

TU FEMINISMO, NUESTRO FEMINISMO

La respuesta de la vicegobernadora a las críticas por el evento se basaron en ataques más que en defensa de la actividad en sí misma. Para responder no solo ironizó con lo que considera apenas un cambio “semántico” por parte de la gestión que ella misma integra, sino que atacó al movimiento feminista, o al que considera “extremo”.

En declaraciones a Medios Provincia aseguró ,“Yo con el feminismo extremo que trata de imponer su postura sin escuchar, la verdad que no comparto. Yo mismo he sido víctima de violencia simbólica, y me hubiese gustado haber tenido la defensa de este grupo extremo que se ha manifestado ahora». De sus declaraciones hay dos aspectos que resultan particularmente curiosos: Por un lado el insistente calificativo de “extremo” para referirse a muchas mujeres y disidencias que criticamos este evento y lo venimos haciendo desde hace mucho con todos los concursos de belleza que son promovidos por el Estado.

En las últimas horas la elección de la reina en Arauco recibió críticas desde movimientos feministas del ámbito social, político, académico, comunicacional, barrial ¿Para la vicegobernadora todos esos espacios que integramos compañeras con perfiles muy heterogéneos y en muchos casos en permanente articulación con el mismo Estado, somos extremos? No queda claro qué ve de “extremo” Florencia López en marcar que una elección de la reina representa violencia simbólica y no está bien que el Estado lo promueva.

O invertiría el reclamo: ¿por qué no fue ella como funcionaria quién se acercó a los movimientos para saber qué opinaban de un evento que hasta un colegio secundario de Catamarca decidió suspender por considerarlo violento?

Y el segundo elemento curioso en las declaraciones de López es que lamente no haber recibido “defensa” de ese “feminismo extremo” al que califica de intolerante y poco dialoguista. Esa, cuanto mínimo contradicción de la vicegobernadora, me da pie para ahondar en el ingenuo concepto que parece tener sobre qué es el feminismo. Considerar que los movimientos se deben pronunciar por todos los casos de violencia como característica fundamental para «representar» a mujeres o legitimar su condición de tal, resulta de una poca comprensión sociológica o antropológica de cualquier movimiento social.

Tal como señala la investigadora, antropóloga y activista mexicana Marcela Lagarde, las feministas ,“poco a poco fueron creando una crítica del orden establecido, de tal manera que ahora ya no tenemos al hombre como paradigma, porque no se trata de una igualdad que nos asemeje, sino que nos haga equivalentes. La equidad quiere decir que se haga justicia, un concepto añadido a todas las igualdades posibles (de oportunidades o ante la ley)”.

Pretender categorizar a los feminismos en pos de descalificar un movimiento político y social, de ningún modo encaja con alguien que parezca entender sobre la construcción de este movimiento. La referente del feminismo en América Latina que resignificó el concepto de sororidad, habla de éste como esa “creación de alianzas entre mujeres sin pretender un acuerdo único, sin exigir un pensamiento único, reconociendo y asumiendo las diferencias desde el respeto. El sentido de la sororidad es el de propiciar mejores condiciones de vida para las mujeres, a través de la solidaridad entre ellas”.

La mexicana va más allá con su crítica a quienes desde el Estado tienen una manejo “superficial” de la perspectiva de género: “personas encargadas de implementar esta perspectiva creen que es posible sumarla a su concepción del mundo patriarcal y que no debe modificar sus creencias, sus valores y sus principios”.

No hay luchas «reales», como señala la vicegobernadora al intentar ella determinar qué violencias son más grave o urgentes para un Estado. En cambio sí hay mucho movimiento en las calles, en los barrios, en las universidades y en la política trabajando para cambiar la matriz cultural de este problema que mata, vulnera, silencia, destruye, angustia y mutila. Que parte de nuestrxs gobernantes no tengan una comprensión real del problema o carezcan de voluntad política, nos deja en manos de decisiones peligrosas. Ser feministas, con todos los matices posibles, es antes que nada una forma de mirar el mundo. Los feminismos son un posicionamiento político y una militancia constructiva y cotidiana.