Fiscalía pidió cinco años de prisión efectiva para Patricio Pioli, en el primer juicio que intenta una condena por violencia de género digital. Desacreditación a la víctima y revictimización institucional fueron parte del proceso que después de cuatro años podría condenar una nueva forma de violencia machista. La expectativa por la sentencia.


Prostituta. Exhibicionista. Deshonesta. Prima donna. Mujer objeto. Inconsistente mental. Esa es la caracterización que hizo el abogado defensor Juan Carlos Pagotto de la mujer que por primera vez denuncia en la justicia riojana una nueva forma de violencia de género: la digital.

Coacción y lesiones leves son los delitos por los que la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional de La Rioja juzga a Patricio Amalio Pioli, el tatuador que en 2017 fue denunciado por viralizar material íntimo de su ex pareja Paula, sin su consentimiento. 

Patricio Pioli declarando ante el Tribunal

El juicio, que casi termina después de cuatro años de denunciado el hecho, tuvo en la audiencia de alegatos una lección elocuente sobre cómo se revictimiza a una víctima por violencia de género. Desacreditación, menoscabo, violación a la intimidad, prejuicios, moralismo y una fuerte condena social se desplegaron el día que las partes expusieron las pruebas para demostrar el delito.

La figura de la mala víctima se instaló en la improvisada sala de audiencias de la Asociación de Magistrados de La Rioja, donde las condiciones edilicias también ayudaron para revictimizar a Paula. Días atrás debió declarar por segunda vez en este juicio, porque antes se declaró nulo. Y tuvo que hacerlo frente a quien denunció. El argumento del tribunal fue que en aquel lugar, donde se hacen las audiencias para cumplir con el protocolo sanitario, no había otra sala donde Pioli escuchara la declaración de la víctima sin cruzarse con ella. “Tenemos un sistema procesal penal que se acuerda mucho de los derechos de los imputados, pero se olvidó de las víctimas. Esas desigualdades vulneran”, reclamó el abogado de Paula, Sebastián Andrada

Tanto Pioli, único imputado, como su provocador y mediático abogado Pagotto exhibieron como estrategia una desacreditación en escalada. Cayeron en la volteada lxs testigos de la querella y la Fiscalía. Pero también el juez que instruyó la causa, Gustavo Farías, y profesionales que acreditaron la violencia que sufrió la víctima por la viralización digital. 

Pero para el defensor de Pioli en este juicio no solo existió la “mala víctima”, sino una “moda” y “nicho de marketing” llamando violencia de género. “Se volvió un negocio, como los derechos humanos”, desafió ante el Tribunal quien fue defensor oficial del ex juez federal de La Rioja Roberto Catalán, en los juicios por delitos de lesa humanidad. 

“Este CATI de violencia de género”, lanzó despectivamente más tarde para referirse al equipo interdisciplinario de los juzgados especializados. Pero apuntó principalmente a una mujer, la psicóloga Aldana Brizuela que atendió a la víctima al momento de hacer la denuncia y acreditó su estado emocional. “La orfandad técnica de esta chica causa espanto…”, lanzó para minimizar a la profesional.

LA MALA VÍCTIMA 

“Vino a trabajar de prima donna y busca la autocomplacencia”;Hacía propaganda para un sex shop, que no tiene nada de malo, pero la mujer del César no solo debe ser honesta, debe aparentar”, dijo socarronamente Pagotto, parafraseando a los romanos. 

Juan Carlos Pagotto, abogado de Pioli

La figura de la mala víctima no es algo nuevo. Es la que enarbola una parte de nuestra sociedad y que los medios alimentan. La de “algo habrá hecho”, la de “mirá cómo se vestía”. La de una biografía ideal para “merecer”. Según esta categorización aparecen los límites para la reacción o indignación social y el abogado de Pioli lo entiende muy bien: casi al final de su alegato pidió hacer una encuesta de opinión pública en La Rioja “para ver qué opina la gente” sobre su defendido. Pero principalmente sobre esta víctima, la mala. 

La estrategia del abogado es la de muchos que no se aggiornaron en el nuevo paradigma para juzgar con perspectiva de género. Pero tampoco muestran interés por hacerlo. La ya conocida estrategia de «mala victima» busca culpabilizar a quienes se defienden de la violencia, pero más aún a quienes se muestran, en redes personales o no, autónomas en su vida sexual, de ser mujeres deseantes y deseadas.

Su alegato impregnado de autorreferencialidad, citas literarias y jurídicas, tenía un fin claro: instalar a la mala víctima en esa sala y en el imaginario social. “Ese afán de exhibicionismo, el berretín que hizo para no declarar porque estaba Pioli y luego vino mansita. Eso prueba una inconsistencia mental”, dijo con desparpajo para referirse al día que Paula debió contar lo sucedido, otra vez, frente al hombre juzgado por amenazarla y lesionarla.   

Tampoco fue inocente que en su alegato Pagotto se ensañara con en el reconocido psiquiatra Antonio Luna, testigo de la querella. Fue él quien acreditó el diagnóstico de «estrés postraumático» cuando lo interrogaron sobre el estado psíquico de su paciente Paula, la víctima. 

“Iluminado”; “esoterismo espiritual”, “se hace llamar gurú”. “Vino a justificar los problemas mentales que tiene Paula”, fueron algunas frases del abogado para referirse al psiquiatra.

El especialista en psiquitría acreditó todo lo expuesto por la víctima: era amenazada por su ex pareja con la difusión del material intimo, vivía episodios de violencia personal y sufría por el maltrato a sus animales. En su declaración Luna había explicado con cuidadosa pedagogía el significado del estrés postraumatico: cuando una persona está expuesta intensamente a la violencia psicológica, su psiquis no puede “tramitarlo”, y luego lo ejemplificó con su propia paciente: “ella no quería salir de su casa para ir a la de su mamá que vivía a la vuelta. Esto le generó una limitación en su vida cotidiana y un daño severo a la salud”.

Pioli, al momento de defenderse ante el Tribunal, también hizo lo suyo. Que consumía pastillas y drogas para buscar tranquilidad, que en sus relaciones anteriores era sometida, que se prostituía. Como si acaso eso fuera en sí condenable. Y, por supuesto, no faltó el androcentrismo: que Paula había cambiado por él y que Sabrina -otra de las testigos que declaró en su contra- había quedado despechada porque él no la eligió. “Ella definió su sexualidad y se puso en pareja con una chica. A partir de eso no me molestó por un tiempo”, se ufanó.

LA CAUSA

El hecho ocurrió en 2017. El juicio empezó en noviembre de 2019 y llegará a su fin cuatro años después. En este tiempo se declaró nulo y su reanudación se postergó varias veces con una pandemia de por medio. La causa que tramita la Cámara Tercera se reanudó el 22 de abril.

El jueves último el Ministerio Público Fiscal pidió una pena de 5 años de prisión de cumplimiento efectivo para Patricio Pioli. Lo considera penalmente responsable y culpable del delito de “Coacción y Lesiones Leves Calificadas en Concurso Real”. De condenarlo el tribunal, inmediatamente iría al servicio penitenciario.

El de Pioli no es un juicio más. La mera denuncia, las pruebas, la opinión de profesionales, visibilizar un hecho relativamente nuevo y las consecuencias, para víctimas y victimarios, abren más puertas que una posible condena. Las conductas que se le imputan a vinieron a mostrar una nueva forma que se utiliza para lesionar y violentar la intimidad y privacidad.

Fiscales Luis Gonzalez y Cecilia Moreno

«Acá no caben dudas que los hechos se desarrollaron en un contexto de violencia de género, el caldo de cultivo para que se den estos hechos», dijo contundente en su alegatos el fiscal de la causa, Luis Gonzalez. Citando la ley de protección contra las violencias y la Convención de Belén Do Pará aseguró que existía desigualdad en la relación de pareja, violencia física y psicológica.

El juicio oral y público contra el tatuador camina sobre dos senderos paralelos, que se juntan en una causa que puede ser bisagra. Uno es el legal, que juzga delitos ya tipificados en el Código Penal Argentino (amenazas y lesiones). El otro es social y cultural porque, sin estar penalizado aún y con media sanción del Congreso, permite mostrar que el uso de las tecnologías también puede ser una forma de disciplinamiento, descalificación, desvalorización, desacreditación y la degradación que afecta principalmente a las mujeres.

LA COARTADA QUE NO FUE

A su turno, el abogado de Paula desnudó la “coartada que no fue”. Dijo que el 19 de mayo Pioli hizo una exposición policial para dejar constancia que perdió su teléfono y acreditar «su buena conducta». Pero lo hizo 10 días antes de que empezaran a viralizarse las imágenes íntimas de su ex: “No me queda claro si además de ser tatuador es visionario, porque el contenido íntimo recién empieza a divulgarse el 26 de mayo en un grupo de básquet donde estaba Pioli”. 

Para Andrada “el único fin fue lograr la impunidad ysalvaguardar su inocencia por lo que iba a hacer”. El joven querellante pidió 6 años para Pioli por considerar «la extensión del daño, la falta de apego a la autoridad de magistrado, la desobediencia y conducta durante todo el proceso».

“Haber culminado este juicio no debería ser extraordinario, pero lo es por todas las trabas que la defensa puso, chicanas, planteos extemporáneos”, dijo Andrada a Marea Verde

Para el abogado “nunca se termina de reparar el daño”, pero considera que el juicio dejará un beneficio colectivo: “la repercusión es porque hay interés de que el Estado proteja a la sociedad de delitos que van en escalada y cada vez son más comunes. Para garantizarle protección”.

Asegura que durante este proceso se acreditó la «culpabilidad”. Hubo prueba documental (capturas de pantalla de redes sociales, una sábana de movimientos de la empresa de telefonía donde consta que el celular que viralizó las imágenes íntimas era de Pioli). También testigos: amigxs, familiares, el psiquiatra y trabajadorxs del CATI de la Unidad Fiscal.

Patricio Pioli en la ultima audiencia

“Es una hermosa mujer que no era para tantas cirugías estéticas, ni para una vida tan desgraciada, ni para que termine siendo objeto” dijo casi sobre el final Pagotto, que luego de su violenta intervención bromeó con tener el cerebro de Aida Kemelmajer de Carlucci, la reconocida jurista especialista en género.   

“¿Quieren una declaración más grande que la que hizo Pioli? Vino a demostrar que su hombría fue menoscabada por dos personas, saben lo que le cuesta a un hombre reconocer eso en esta sociedad que tenemos”, se lamentó Pagotto por la buena hombría de su defendido.

En las próximas semanas el tribunal riojano integrado por Edith Agüero, María Petrillo y Fernando Romero definirán la sentencia que marcará el futuro de Patricio Pioli. Pero también el de un nuevo paradigma judicial, que en este juicio podría tener la oportunidad de empezar a juzgar con perspectiva de género.

Compilado de los alegatos del abogado Pagotto (Fuente: Universos Diversos)