Víctor Sgobba fue asesinado de tres puñaladas cuando acudió a lo que él suponía, sería la antesala de una cita. El hecho que conmocionó a La Rioja hace algunos años está siendo juzgado por estos días y su familia y amigxs creen que el horror no puede explicarse sino como un crimen de odio: una emboscada, hostigamiento por la orientación sexual de la víctima y la saña para asesinarlo abonarían una hipótesis invisible para muchos.


Cuando la ventana del chat de Facebook se abrió la noche del 8 de octubre en la computadora de su casa, Víctor no podría imaginarse que sería el preludio de su muerte ¿Cómo suponer que contactar a un desconocido por la red social con el fin de un encuentro ocasional, terminaría en una emboscada y ésta en un homicidio simple?

Así está caratulada la causa que llegó a juicio en septiembre, a casi tres años del hecho. El tribunal de la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional presidido por la jueza Sara López Douglas e integrado por Edith Agüero y María Haydée Paiaro está juzgando a los imputados por el homicidio de Víctor Sgobba: Álvaro Silvera y Jorge Licciardi llegan al banquillo como autor y participe necesario del hecho que conmocionó a La Rioja la madrugada del 9 de octubre de 2016.

“Robo”, “riña callejera”, “defensa propia” fueron las primeras teorías que dispararon fuentes policiales y los medios en la mañana del domingo cuando difundían la noticia policial. Hasta ese momento nadie hablaba ni planteaba un crimen de odio como móvil del hecho. En la actualidad, tampoco.

PAGAR POR SER

“Me pareces lindo tipo” le había escrito Víctor Sgobba a Jorge Licciardi cuando lo contactó por el chat de Facebook sentado frente a la computadora de su casa. El joven, que en ese entonces tenía 18 años, lo rechazó agresivo: “sen, andá pajero”. Lo que vino después fue la trama de una emboscada que terminaría con tres puñaladas mortales.Victor Sgobba estaba a tres meses de cumplir 50 años cuando lo asesinaron en la plaza del barrio CGT Sur de la capital riojana, a pocas cuadras de su casa. Nunca le había ocultado al mundo su orientación sexual que descubrió desde chico y “la vivía plenamente”, dicen Natalia Benitez y Julia Sgobba, su amiga y su hermana. Pero era un tipo de perfil bajo que tampoco andaba pregonando su intimidad, quizá de otra generación donde no existían los referentes populares de hoy, donde la prudencia era lo recomendado y el armario, destino ineludible para quienes sentían distinto a lo que ordenaba el mandato heteronormativo.

Bajo el amparo amoroso y discreto de su mamá vivió como sentía, recuerda Julia. Pero la hostilidad hacia la homosexualidad eran clima de época cuando Víctor pisaba la juventud y no estuvo ausente en su vida, también la sufrió en el seno familiar. Quizás esa fue la razón que lo llevó a cobijarse fuertemente en sus amistades. “Era muy buen amigo, sus amigas y amigos fueron la familia que no tuvo”, dice su hermana más cercana, con la que se llevaba apenas tres años y compartía el mes de cumpleaños, diciembre.

Para ese entorno, que desde la muerte de Víctor hacen lo posible para visibilizar una causa compleja en una Rioja conservadora, hay un móvil bastante claro que hasta ahora la justicia nunca puso sobre la mesa: el crimen de odio.

En las primeras declaraciones que constan en el expediente afloran las expresiones discriminatoria hacia Sgobba por su homosexualidad: “puto” “trolo”, “maricón” “acoso” “manoseo”, son algunas textuales en boca de distintos testigos que tuvo esa noche trágica. Sin embargo, muchas de esas testimoniales iniciales luego se fueron contradiciendo, cambiaron las versiones, e incluso llevaron a imputar a dos testigos por falso testimonio y encubrimiento.

Fue el mismo Licciardi, que ofició de «anzuelo» para llevar a Víctor al lugar, quien dijo suponer que la víctima lo contactó esa noche “porque le gustaban los hombres”, y por eso en una primera instancia él lo mandó “a la mierda”. También dijo conocer que Sgobba le mandaba mensajes a otros chicos, y que si bien él no tenía “problemas con los homosexuales”, no quería que lo molestaran.

Hace un par de días, en su declaración ante el tribunal que lo juzga Silvera -sindicado como autor de las puñaladas mortales- reconstruyó la conversación que tuvo con Licciardi esa noche: “Me mostró el celular y me dijo ´el viejo trolo se quiere juntar conmigo´ y yo le dije´mandalo a la mierda´”.

“Fue premeditado, con saña, Víctor no pudo defenderse porque lo atacaron por detrás y no fue para robarle, todo nos lleva a pensar que lo citaron y mataron para aleccionarlo por su homosexualidad”, asegura su amiga Natalia, una de las que asiste religiosamente a cada audiencia. Ella, junto a Julia y otras amigas de Víctor intentan que este móvil no pase inadvertido.

En la instrucción de la causa, que estuvo a cargo del juez Héctor Barría, el móvil de odio por la orientación sexual, la identidad y/o expresión de género de Sgobba ni siquiera fue considerado como una línea de investigación.

“Quizá se tapó, pero nada de eso salió a la luz y no surgen ahora en el juicio”, dijeron altas fuentes judiciales que trabajan en la causa y no descartan deficiencias en la instrucción. Tampoco el fiscal José Oliveros Icazatti, que hace algunos meses interviene en la causa que ahora se juzga, parece considerarlo dentro de los ejes que se intentan probar.

Excepto en los primeros meses donde intervino el abogado Guillermo Galván, durante la mayor parte de la instrucción la familia de Sgobba no fue querellante debido a diferencias familiares, y así llegó al juicio. Tampoco ellos pudieron abonar esa teoría para que la Justicia investigue.

NO ODIARÁS

Esa noche negra Víctor fue hacia la muerte prácticamente despojado de sus pertenencias. La conversación de chat que había terminado abruptamente por el desplante de Licciardi un rato antes, tuvo una segunda parte determinante para el desenlace. Según consta en el expediente, por los registros de la conversación fue el propio chico quien volvió a escribirle y acordaron un encuentro: Licciardi argumentó que no tenía nafta en la moto para ir a la casa de Sgobba y ante la insistencia del chico éste ofreció buscarlo en la plazoleta del barrio del sur. Hasta ahí llegó en su moto Honda XR pero no se encontró con lo que esperaba. Según las testimoniales que fueron pasando por el juicio, Licciardi no esperaba solo en el lugar y nunca tuvo intenciones de irse con la víctima. El entorno de Víctor no duda: hubo una emboscada, un ataque sorpresivo y violento, nunca se esperó que lo apedrearan, le pegaran golpes de puño y lo apuñalaran.

“Quisieron instalar que Víctor lo agredió cuando llegó al lugar, incluso Licciardi dijo que pensó que lo quería secuestrar. Quienes lo conocimos sabemos que a él no le gustaba confrontar, era grandote al pedo porque no mataba ni una mosca, si vio algo que no le gustó se hubiera ido del lugar inmediatamente”, aseguran sus amigas y hermana.

Durante su declaración, pero sin reconocer que lo apuñaló, en varios momentos Silvera aseguró que intentó defender a Licciardi de Sgobba porque éste lo estaba “manoseando” y forcejeaba para llevárselo. El tribunal no profundizó más en esa teoría, donde los imputados intentan culpar a la víctima y mostrarlo como posible acosador de un joven que sólo intentó defenderse.

En este tipo de violencia a menudo existe una psicología perversa que busca culpabilizar a la victima: hablar de su vida, cómo y para qué usaba las redes sociales, cómo se vestía, con quién se relacionaba o sus elecciones sexuales, en definitiva se cuestiona lo que hizo la víctima antes, durante y después de la agresión, como si fuera responsable, al menos en parte, de lo ocurrido. Y los medios muchas veces abonan esa idea que intenta forzar un entramado para establecer hipótesis de lo que pensó, por qué lo hizo, o si se lo buscó.

LUPA ESPECIALIZADA

En noviembre de 2012 la Ley 26.791 introdujo modificaciones al Código Penal, y entre ellos el inciso 4º que incorpora como agravante de los homicidios (articulo 80) el odio a la orientación sexual de las personas, la identidad de género y/o su expresión. Pero muchas veces en la Justicia falta la perspectiva para llegar a este costado del delito.

Algunas voces de la Defensoría LGBT de la Argentina dan cuenta del ocultamiento de la orientación sexual de los fallecidos en muchas ocasiones. Esta es la razón por la cual identificar los crímenes de odio es difícil, y de alguna forma son detectados por el nivel de crueldad que emplea el o los asesinos: violar, apedrear, empalar, descuartizar o acuchillar múltiples veces a la víctima.

La última interacción de Sgobba con Licciardi fue a las 02:57. Dejó la computadora prendida y al lado su celular color blanco. Concurrió al encuentro con un reloj pulsera marca Swath, una billetera que contenía documentación, 200 pesos y lo puesto. Todos esos elementos todavía los llevaba consigo cuando llegó apuñalado al Hospital de Clínicas Virgen de Fátima a 15 cuadras del hecho, pidiendo ayuda.

Victor creyó que a ésta la contaba, y nunca hubiera reconocido que unos mocosos lo citaron para lastimarlo, era imposible que lo reconociera porque detestaba cuando le pasaba algo así. Es muy difícil que la jueza o el tribunal lo sepa, porque él le dice a la médica que lo atiende que le quisieron robar. Yo creo que él sabía que fue por su condición sexual, pero creyendo que se salvaba no iba a decir nada”, asegura Natalia.

Lesiones en el codo y la mano izquierda, escoriaciones en las dos piernas y cadera, moretón en el tórax. Tres heridas “de características vitales corto punzantes horizontales” en el lado derecho de la espalda, a la altura de las costillas; la puñalada mortal atravesó el pulmón y le provocó una insuficiencia cardio respiratoria. Eso dice la autopsia practicada a Víctor. Hubo crueldad sobre el cuerpo de la víctima ¿saña quizás? El ensañamiento es un término relacionado con la ira y la furia, que carece de toda humanidad y busca aumentar el dolor a quien se la practica.

La pregunta que surge es ¿si no hubo robo, si no hubo abuso sexual, si no había vínculo previo, qué móvil sino el odio de género pueden llevar a una persona, o más, a asesinar a alguien aplicando varias puñaladas y lesiones múltiples?

Mariela Labozzetta, titular de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), asegura que el “crimen de odio“ es un fenómeno nuevo para el ámbito jurídico y judicial que se está instalando ahora y que no tiene precedentes en nuestro país.

En el requerimiento de elevación a juicio por la brutal golpiza que sufrió en Buenos Aires Jonathan Castellari, las fiscales de la UFEM María Paula Asaro y Labozzetta, consideraron que “los actos de violencia contra las personas LGBT, comúnmente conocidos como ‘crímenes de odio’, actos homofóbicos o transfóbicos, se comprenden mejor bajo el concepto de violencia por prejuicio contra las orientaciones sexuales y las identidades de género no normativas”.

La legislación argentina dio un importante paso al incorporar como agravantes las figuras de “odio” en el Código Penal. Pero aún falta evaluar la aplicabilidad y eficacia en la investigación para sanción de estos hechos.

Hasta el momento todas las declaraciones cuentan versiones distintas de lo que sucedió aquella noche negra. Nadie se atribuye la autoría material y, ni el fiscal, ni las defensas, ni los imputados hablan de ese móvil que sería un agravante del delito.

Iván Reynoso, Juan Pineda, Camila Valenzuela, Karen Gómez (novia de Silvera) y Ariel Favotti están implicados de alguna otra forma en la causa que tendría una condena antes de fin de año. Los dos últimos enfrentan además un juicio por falso testimonio y encubrimiento.

La gente que lo quiso lo recuerda como un tipo solidario, buen amigo, servicial, gracioso y de un humor sarcástico. Era el confidente de su sobrina, el que amaba los aviones y le hacía favores a medio mundo. El que viajó de aventuras por Europa, vivió en Neuquén y finalmente se radicó en La Rioja donde trabajaba como empleado público de un organismo nacional. Tuvo amores imposibles, un jardín hermoso y buena voluntad para ser garante cuando una amiga lo necesitaba. “No merecía morir así. No tuvo posibilidad de defenderse, lo mataron a sangre fría”, dice su hermana entre lágrimas.

El entorno de Víctor sabe que ni el juicio más justo se los devolverá. Pero quieren justicia. “No tengo sosiego, y todavía me cuesta pasar por esa avenida. Pensar que fue un sábado, y que durante mucho tiempo llegaban los sábados y sentía que fallecía yo”, reflexiona Julia.

Los crímenes contra la comunidad LGBTIQ+ son una realidad que camina invisible en nuestras sociedades. A veces falta una lupa para mirar mejor.