No hay tema de la agenda feminista sobre el cual la filósofa Diana Maffia no reflexione y deje su invaluable aporte. En esta entrevista habla sobre la filosofía que se populariza, lo que se viene en el debate de aborto, los escraches entre adolescentes y el punitivismo de la violencia, la paridad de género, la construcción del feminismo, y el lugar de los varones en ese movimiento.


Es sábado a la noche y el Museo Histórico de La Rioja está lleno. Algún curioso que vaya pasando arriesgará que se trata de una visita guiada, un acústico musical o una charla sobre patrimonio. Nada de eso. Decenas de personas coparon la sala principal del museo céntrico en sus butacas y en el piso, para escuchar la charla de más de tres horas que Diana Maffía brindó en la capital provincial. La foto del público es fabulosamente heterogénea: no discrimina edades, géneros, clases, ni profesiones. La convocatoria y el entusiasmo por la presencia de ella fue todo un éxito.

Diana Maffia junto a las impulsoras de Filo Café en su visita a La Rioja (Foto FiloCafé)

La doctora en Filosofía, y directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, visitó La Rioja en abril para abrir el ciclo 2019 de “Filo Café” La Rioja, un espacio de encuentros impulsado por Aldana Cuello y Marianella Peña Polastri, para debatir, construir y deconstruir diferentes temas y problemas filosóficos.

Desde que la filosofía se volvió amigable con las series web y programas televisivos y radiales, el “Filo Café”, un proyecto independiente hecho a pulmón, se consolidó como un espacio en el que se puede debatir sobre todo. Pero fundamentalmente con la voz de todas, todos y todes. Y Diana siempre es claridad. Siempre nos ayuda a pensar.

 

– ¿Cómo crees que estos espacios contribuyen a pensar el feminismo y otros temas profundos y trascendentes desde la filosofía?

A mi me encantan los espacios que son umbrales. La academia sale de su encierro, de su claustro, por algo se llaman claustros, un lenguaje un poco clerical que tiene que ver con el encierro justamente. La idea de las cátedras como feudos, todo un mensaje muy medieval en relación con la academia, y a veces somos las mismas personas las que estamos en el activismo, en la comunicación, en la política, en la academia, pero se necesitan traducciones de todos estos ámbitos.

La filosofía es en general bastante hermética, solemne, y muchas veces da la impresión que no cualquier persona puede apropiarse de los conceptos, y de los problemas de la filosofía. Y esto no es así, porque la filosofía parte fundamentalmente de preguntas, no se trata de conocer la historia de la filosofía, que si bien es una parte importante de la formación, sino de hacerse preguntas, no dar todo por supuesto, no aceptar dogmáticamente, tener algún espíritu crítico, ayuda a la vida democrática, a la vida personal, amorosa. Y por supuesto ayuda a cuestionarse quiénes son los sujetos legítimos de acción, de ciudadanía, de poder y de conocimiento. Y ahí es donde la alianza de la filosofía y el feminismo da sus mejores frutos.

– El feminismo como movimiento social y político está en construcción permanente, con sus contradicciones internas y búsquedas. Ante tantos feminismos coexistiendo, ¿crees que debe darse lugar a la participación de otros colectivos?

Yo creo que realmente es muy virulenta la reacción que se da para dentro, si bien es minoritaria, para mi fue muy sorprendente porque es un retroceso a posiciones biologicistas muy inesperado, en momentos en que el propio feminismo fue profundizando deconstrucciones de género. Entiendo que hay una necesidad de nombrar a las mujeres porque hemos sido el sujeto relegado, entonces cuando toca el momento de nombrarlas vienen otras identidades y dicen “yo quiero ser nombrado también”, y ahí dejamos de hablar de las mujeres. Pero discutámoslo, porque es un tema legítimo de discusión dentro del feminismo.

Ahora, omitir la calidad de participante en el diálogo, de alguien por su condición biológica, me parece que es una actitud que no lleva al feminismo hacia los lugares que a mi me interesa que llegue. Que son lugares de profundo cambio social, no solamente en cuestiones de género, de clase, de etnia, de edad, de color, y muchísimas otras cuestiones.

Incluso se llega a impugnar a chicas muy jóvenes porque dicen “vos no sabes nada de feminismo”. Y no se puede impugnar a nadie por su edad, por eso me parece que hay que tener disposición a un diálogo y a un feminismo muy diverso. El feminismo se hizo muy visible, y al hacerse visible también se hacen visibles los conflictos, y eso no tiene porque asustarnos. Eso es el feminismo, una diversidad enorme, y lo diferente con respecto a otros grupos diversos es que no se trata de omitir la voz de nadie, ni hay violencia en la manera de gerenciar los discursos de poder.

El propio Encuentro Nacional de Mujeres nos muestra eso. El último, de Chubut, tuvo desde mi punto de vista dos irrupciones para pensar y revisar el feminismo. Una es la de declararse plurinacional, y otra es la de pensar un feminismo diverso en términos de géneros. Que la marcha haya tenido el nombre de Diana Sacayan en su cabecera, para mi es un marca de la apertura del feminismo. Yo estuve en reuniones donde se impugnaba la participación de travestis en el encuentro, pero eso era en la década del noventa. Entonces que de golpe se discuta de nuevo, para mi es sorprendente. Pero no me asusta dialogar sobre esto, creo que merece ser conversado.

– Y en medio de esa construcción permanente del movimiento, muchos hombres se preguntan dónde quedan ellos…

No sé por qué nos lo preguntan a las mujeres. ¿Por qué no trabajan ellos su masculinidad y deciden cómo acompañarnos, sin sustituirnos? Porque el problema que tenemos con los varones que quieren participar de las marchas y espacios de mujeres, es que quieren estar en un lugar visible donde se los felicite por lo deconstruidos que están, entonces irán con sus pañuelos verdes y en la cabecera, nada de ir entre el montón, al costadito.

Nosotras las mujeres, hemos participado de muchos movimientos emancipatorios donde ellos eran los que estaban adelante, y todavía hay muchos movimientos declarados populares, anticapitalistas, anticoloniales, pero son varones los que están al frente, y nosotras hemos remado en ese bote, hemos acompañado y no íbamos a preguntarles “¿y las mujeres dónde nos ponemos?”.

Yo creo que para muchos varones progresistas el problema que se plantean es “cómo puede ser que esté pasando un hecho revolucionario y los protagonistas no seamos nosotros”, y ese descentramiento es el que los desconcierta. Creo que es algo que tienen que trabajar entre los varones, y veo un diálogo fructífero, leo mucho sobre masculinidades, me parece que están produciendo algunas investigaciones y diálogos interesantes. Hay muchos varones con formación teórica feminista, pero el cambio pasa por un descentramiento del sujeto, es una no visibilidad inmediata como representantes del movimiento de cambio, y ese abandono duele porque han sido el centro de toda la historia.

A sala llena, Diana Maffía disertó en «Filo Café» La Rioja (Foto FiloCafé)

– Cada vez hay menos margen para tolerar las violencias machistas, y demandamos rigurosidad en las condenas y punitivismo, pero ¿qué otros elementos de transformación más profunda debemos profundizar?

Yo creo que esto se inscribe en un debate más amplio acerca del sentido que tiene la penalidad de un delito. La pena ha tenido históricamente el sentido de una venganza: si alguien produce un daño se le produce también un daño, si hay un sujeto peligroso lo aislamos, lo encerramos y lo sacamos del lugar donde pueda producir un daño a la sociedad. Y ha tenido un espíritu de reparación, porque tratamos que ese sujeto que cometió un delito sea obligado a una situación que repare y modifique su conducta, hasta hacerse un sujeto no lesivo para la sociedad.

Nuestra constitución dice que las cárceles no son lugares de castigo, entonces la actitud tendría que ser de reparación, en general con todo tipo de delitos.

Ahora, hay acciones que muestran que encerrar a alguien, sea en un hogar de menores o en una cárcel, no lo vuelve mejor persona, todo lo contrario. Y hay que pensar que al Estado le cuesta carísimo el encierro de cada preso, o sea que no es una cuestión económica.

Pero cuando se creó un programa como el centro universitario, en cárceles de máxima seguridad como era la cárcel de Devoto y Casero, con docentes que van a la cárcel o estudiantes que van a las instituciones universitarias, se demostró que quienes iban al centro universitario tenía una reincidencia en el delito del 2 por ciento, contra casi el 80 por ciento del resto de los presos. Esto quiere decir que hay una vía de reparación que no es una cosa tan extraordinaria. Es mucho más caro sostener el encierro, que sostener las oportunidades, es una cuestión de decisión política.

– ¿Y qué pasa cuando nos quedamos solamente con la reparación que pude hacer la justicia?

Respecto a cuándo y a quién darle las oportunidades, hay códigos de procedimiento que dicen que si una persona está encerrada en la cárcel sin tener todavía su condena, esa condena vale doble, y muchas veces jueces y juezas lo usan para construir impunidad. Entonces, si un juez o jueza tiene delante una persona a la cual el código de procedimiento penal le dice que ya cumplió el periodo de su pena, la tiene que liberar, todo lo anterior estuvo mal, pero no se puede mantener arbitrariamente encerrado a un sujeto. Ahora ¿qué pasó mientras ese sujeto estuvo encerrado? ¿Alguien trabajó con ese sujeto, alguien acompañó una reparación, una modificación en su concepción de las mujeres si por ejemplo es un violador o golpeador, o le dieron oportunidades terapéuticas? De ninguna manera, fue encerrado como un animal abandonado en un lugar de reclusión y nada más. Y son lugares de construcción perversa, porque las medidas de supervivencia en las cárceles tienen que ver con la violencia.

– En el último tiempo cobró fuerza una justicia que no es la del derecho, sino la popular ¿Cómo crees que impactan los escraches entre pares adolescentes, que todavía transitan procesos de construcción y quizás son más permeables a los cambios culturales?

Pensemos que cuando surgieron los escraches de parte de los organismos de derechos humanos, especialmente de H.I.J.O.S, fue una medida absolutamente creativa porque fue una manera no violenta de denunciar la impunidad de la violencia. Porque no había una justicia que trabajara con eso crímenes. Pero una vez que la justicia tomó en sus manos juzgar los crímenes de lesa humanidad, el escrache dejó de tener razón de ser.

Acá tenemos otro tipo de crímenes, que en primer lugar deben ser formulados como tales porque si bien el Código Penal recoge cierto delitos como el abuso o violencia sexual, o acoso, otras figuras no las recoge. Y todo esto empieza a manifestarse como una protesta, sobre todo en las chicas más jóvenes contra la jerarquía religiosa, docentes que están en ciertos lugares de poder, jefes en relaciones laborales, en la política.

Así como en la marcha Ni Una Menos se dijo “basta a los femicidios”, se empezó a decir basta a otras situaciones de violencia, y empezaron a surgir ciertos grupos que a mi me parecen interesantes en un aspecto: se forman sobre todo a través de lo virtual, redes de solidaridad y acompañamiento donde la justicia y la sociedad lo que ofrece es sospecha y descreimiento. Se construyó una comunidad de sororidad, acompañamiento con consignas como el “yo sí te creo”, que implica que cuando vos me lo digas, mi actitud es creerte, no desconfiar y que me tengas que probar. El “yo sí te creo”, tiene como base la extensión enorme de las conductas abusivas sobre los cuerpos de las mujeres, te creo porque a mí también me pasó.

El aspecto positivo es el acompañamiento en experiencias que, en general, están socialmente desmentidas. Ha pasado con los abusos de la iglesia, donde las víctimas eran varones, y lo que le pasó a uno alentó a otros para que se animaran a decir “a mí también me pasó”. Cómo contarlo si es algo humillante, que en general se trata de hundir en la biografía personal para que no nos dañe.

– ¿Y tiene su parte negativa?

El aspecto que veo como negativo, es el hecho de que no se le está dando a la persona denunciada la posibilidad de defenderse, como si la da la justicia. Muchas veces lo que se hace es adherir a una denuncia, sin tener más datos que el hecho que una denunció y nos hacemos solidarias con ella. Entonces llega a agobiar a alguien con una denuncia que no ha sido probada.

Porque también es un momento muy difícil para los varones. Las mujeres nos hemos reafirmado en poner límites a la propiedad de los varones sobre nuestros cuerpos, y que se entienda que cuando una mujer dice no es no, y los varones han perdido totalmente la brújula de cómo acercarse a una mujer, de cómo hacer una propuesta que no sea invasiva.

En este momento está muy discutida la figura del consentimiento, cuándo consintió una mujer. Y creo que acá se trata de entender las relaciones interpresonales sensibles a lo que la otra persona manifiesta, no tomar la autonomía de la otra persona como algo nulo, ni tomar las relaciones de poder como habilitantes sobre los cuerpos de las otras personas.

– ¿Cómo crees que eso repercute en los jóvenes particularmente?

Muchas veces cuando se trata de chicos del secundario la reacción es aislarlo, lo anulan del grupo de amigos, y ese aislamiento es una penalidad que no permite reparar. Entonces si estamos ante personas que están en formación, yo creo que estas cosas hay que trabajarlas colectivamente, y tratar que cambien los vínculos, no solo en ese caso singular, sino en general. Que podamos repensar los vínculos, porque para mujeres y para varones repensar los vínculos es una urgencia.

También este defecto de los escraches, de la penalidad, del exceso o la violencia reactiva, tiene que ver con que no hay, ni herramientas institucionales como protocolos de intervención, ni adultos que se hagan cargo. Y la ausencia de los adultos es atroz, en las escuelas, en las universidades, quizás porque tenemos la idea que no hay un concepto de autoridad separado de la violencia y el autoritarismo. Entonces se trata de dejar pasar determinado tipo de cosas. Pero no hay padres que hablen con sus hijos e hijas, y vean qué ocurre en las redes, en qué están involucrado o qué conductas tienen. Me parece que el error es de las personas adultas.

– Actualmente la Universidad Nacional de La Rioja es la primera institución provincial que pone en debate un proyecto sobre la paridad de género. ¿Cómo se leen estas acciones en un contexto de empoderamiento de las mujeres?

En primer lugar hay que decir que la llegada de las mujeres a la universidad es muy tardía, hace un poquito más de un siglo. La lectura positiva de esto es que las mujeres nos hemos esforzado por acceder a la educación, y hemos mostrado condiciones para poder incluirnos prácticamente en cualquier disciplina, aun en aquellas que eran más resistentes a la presencia de mujeres.

Hay muchas mujeres que trabajan en la universidad, pero la representación en el sentido de la cabeza institucional, de las titularidades de cátedras, sigue estando concentrada por varones. Ahora, muchas veces, las que realizan el trabajo efectivo, son las mujeres, pero no logran tener representación acorde con su participación.

El tema de la paridad, como el del cupo, es un tema bastante discutido porque muchas veces parece que la paridad se opone a la calidad del perfil de la persona que va a llegar a ese desempeño. Entonces si decimos paridad en política dicen “no, tienen que llegar los más capaces, no las mujeres por ser mujeres”, y en realidad la idea de acción afirmativa o discriminación positiva, es una oportunidad que se da a segmentos sociales desaventajados, hasta que sea parte de la cultura social hacer visible a ese grupo que estaba invisibilizado, e impedido de mostrar sus capacidades en lo público.

– Sin embargo las objeciones siguen puestas en cuestionar la idoneidad…

El cupo no es para que lleguen mujeres incapaces, es para que las mujeres capaces tengan una oportunidad. Esa es una concepción muy distinta con respecto a cuál es el objetivo del cupo, y por eso nuestra Constitucional Nacional advierte acerca de la no discriminación, pero también advierte que las medidas de acción afirmativa o discriminación positiva como el cupo, existen para revertir una invisibilización, una falta de activismo, una imposibilidad de acceder a ciertos puestos por parte de un grupo desaventajado, y las mujeres somos la mitad de la población en esa desventaja.

– En la universidad de La Rioja como en muchas otras, la mayoría de las graduadas son mujeres, pero cuando vemos la foto de los cargos eso no está reflejado…

Yendo a la universidad esto se agudiza todavía más, porque los universitarios son espacios que se suponen meritocráticos, se suponen que ahí hay criterios que compartimos, que hemos considerado que son los mejores para decidir quiénes son las personas más aptas, prestigiosas y con mejor rendimientos académico. Lo cierto es que no es así cómo se distribuyen los cargos.

Pero también es cierto que esa presunta meritocracia está hecha ignorando diferencias. Es decir, es un mérito ir a un congreso internacional por año, pero para un varón y para una mujer irse de su casa no es lo mismo. Y nadie habla de la distribución desigual de la tarea del cuidado y doméstica, que implica que las mujeres para poder irnos de la casa tenemos que pagar un peaje altísimo, antes y después, que los varones no. Estas diferencias hacen que para las mujeres sea siempre conflictivo la relación con su vida profesional y su vida personal, y ni en las universidades, ni en las empresas, ni en la política, se está trabajando para que sea más armoniosa esta relación.

– ¿Lo numérico es el primer paso para pensar en una transformación más profunda de la participación de las mujeres en los espacios de poder?

Cuando pensamos en medidas como la paridad en la universidad, yo creo que hay que hacerlo acordando determinado tipo de mecanismo. Por ejemplo, la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires acaba de sacar una norma que va a ser ejemplo para muchas otras instituciones, y el acuerdo es comenzar porque no se legitimen espacios exclusivamente masculinos. Lo que hizo la Facultad fue pensar que las actividades tienen que ser mixtas cuando se hacen coloquios o congresos sobre ciertos temas. Tiene que haber mujeres en los jurados de concurso docente, en los tribunales de tesis, algo que parece mentira tener que decirlo. Si yo quiero hacer más igualitaria la universidad tengo que empezar por los espacios donde se legitiman los lugares que después se ocupan.

Otra cosa muy usual, es que cuando entra una mujer sea para cosas que tienen que ver con su condición de mujer, o entra una persona con una identidad de género diversa a la Secretaría de Diversidad. Nadie entra a la secretaría de heterosexualidad o masculinidad cis, y no se toma en cuenta eso porque está neutralizada esa condición, y está neutralizada porque es hegemónica. Lo que se tematiza es lo no hegemónico. Debemos plantearnos cómo cambiamos un pensamiento patriarcal, dominante, hegemónico, hacia uno más democrático. Y ahí lo que hay que cambiar son las mentalidades.

Y ahí quiero marcar que en relación con el feminismo yo tengo una posición de absoluta apertura. Al feminismo lo considero una posición política, pero no lo considero exclusivo de mujeres. Creo que es una posición política hacia la equidad, donde puede participar cualquier sujeto, y sería deseable que participaran múltiples sujetos, porque lo que hay que hacer es repensar las relaciones sociales.

– El 28 de mayo por octava vez la Campaña presentará el proyecto para legalizar y despenalizar el aborto en Argentina ¿Qué pensás que nos dejó el debate del 2018 cuando se aprobó el Diputados?

Yo creo que el debate por el aborto fue extraordinario, pero no solo como debate legislativo sino social. Permitió que se llevara al terreno de la familia, la escuela, las universidades, clubes, bares, en todos lados se estaba discutiendo el tema, pero con 98 por ciento de conocimiento sobre los argumentos, y sobre lo que se estaba debatiendo. La sociedad entera se movilizó en ese debate, y esto lo creo muy valioso y saludable.

Pero por otro lado se generaron conductas muy reactivas y fundamentalistas, incluso de una extrema crueldad, algo que no habíamos visto de una manera tan nítida, como cuando se obliga a niñas violadas a continuar con sus embarazos, secuestrándolas, violando las leyes, dándole los datos de la historia clínica a sujetos que están afuera de del hospital. Es decir, inconductas institucionales tremendas para lograr el objetivo presuntamente de salvar una vida, cuando el sentido de esa vida no se está salvando, ni biológica, ni psicológica, ni trascendentalmente.

Hubo una práctica con la que no estoy de acuerdo, pero no lo llamaría un error porque fue lo que decidieron los legisladores. Al invitar a personas a argumentar, decidieron a priori que uno era a favor y otro en contra, y así dicotomizaron el debate, cuando en realidad a mi que me interesan los argumentos éticos, morales, del feminismo, o los metafísicos, no puedo hacer un binarismo en relación con esos argumentos.

Sobre todo porque encontré de parte de quienes estaban a favor de la ley, un campo amplísimo de instituciones, de formaciones profesionales, y de argumentos de muy distinta índole. Y encontré en quienes estaban en contra de la ley, la actitud de machacar y machacar sobre dos o tres cuestiones con falsedades. Y alguien que plantea que la ley o el Código Penal es inconstitucional, que el preservativo no protege del sida, irresponsable y falso, o que la vida comienza en el momento de la concepción, no como una convicción personal que sería respetable, sino como un hecho biológico que es absolutamente falso, y no tiene pudor en presentar una falsedad con tal de lograr un objetivo, no repara en medios. Y lo que vemos es que la gente antiderecho no repara en medios.

Yo creo que lo que desplegamos en el debate de aborto, sobre todo en la vigilia, que fue muy sorprendente para muchos políticos, es que millones de mujeres estuvieran en la plaza cuando se discutió. Y que en todas las provincias hubiera habido movilizaciones, advierte que hay una movilización social importante. Pero también creo que los partidos se han cerrado a tratar de mantener los privilegios patriarcales y feudales.

– ¿Cómo te imaginas el debate legislativo que se viene?

Pensemos que en la renovación de Senadores y Diputados, entre las mitades que se van son más los progresistas que están a favor de la ley, y dentro de los que se quedan, hay más reactivos a la ley. O sea que ya partimos de un cambio que puede ser lesivo para los acuerdos.

Tenemos que saber cómo se van a armar las listas en las próximas elecciones, y creo que no tenemos que permitir que no se diga qué posición tienen las personas que integrarán esas listas. Hoy hablamos de la invisibilidad de las mujeres que van a ocupar las listas, y estoy segura que los patriarcas de los partidos van a condicionar a esas mujeres.

– Y tampoco es menor cómo intervinieron o intervendrán en ese debate los gobiernos y funcionarixs provinciales…

Quienes consideran que las instituciones son ellos, han hecho que las instituciones hagan observaciones de conciencia dentro de hospitales, o universidades, declarándose objetores, y han hecho que provincias enteras se declaren provida, La Rioja es una, cuando ninguna provincia es hegemónicamente provida.

El debate de aborto es transversal, y decir “la provincia es mía entonces yo le pongo la etiqueta que a mi me va mejor y silencio a cualquiera que piense lo contrario”, es una actitud dogmática y autoritaria.